El remedio universal, por Joel Mutombo



      Durante varias generaciones se habló de aquella guerra que asoló una nación entera, que consiguió colocar en bandos opuestos a las personas, obligándoles a no buscar otra cosa que no fuera el destruirse la una a la otra… a quienes en un principio mantuvieron una relación ya fuese de amistad o de parentesco familiar, a quienes alguna vez se juraron mutuamente amor eterno, a quienes nunca habían cruzado palabra pero lo único que podían hacer era odiarse porque se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado…devastadores efectos tienen las guerras.




            Quizá en ellas y por ellas, nació la idea de que para hacer desaparecer cualquier cosa no se requiere mucho esfuerzo, únicamente algo tan sencillo de encontrar como la dejadez o la falta de atención hacia lo que tenga que ver con los demás, únicamente la creencia de que para conseguir lo que se quiere es mejor recurrir a la fuerza que al diálogo, únicamente no pensar en que cada acción tiene su consecuencia, únicamente olvidar que aunque a veces no lo parezca existe lo que se denomina una tendencia a equilibrar las cosas y que básicamente se recibe de lo que se ha dado.
Habiendo sido éste, el periodo que duró la guerra:
      Uno que provocó la desaparición de un incontable número de personas, en su gran mayoría personas que jamás se vieron con la necesidad de portar un arma, y por consiguiente, su participación en el conflicto armado fue la de mero espectador, o mejor dicho, involuntarias víctimas que no tuvieron ningún poder de decisión en la declaración de guerra y su única opción era dejarse arrastrar por un fenómeno que no hace otra cosa que arrasar con todo. Y lo que se mantiene en pie, nunca vuelve a ser como era antes.
    Uno que estremeció hasta límites insospechados a las demás naciones, que permanecieron expectantes aguardando el final de este conflicto armado…a lo mejor porque interpretaban que si lo estudiaban minuciosamente podrían evitar que lo mismo ocurriese en su nación, a lo mejor porque opinaban que en estos casos lo más apropiado resultaba mantenerse al margen y dejar que las cosas sigan su propio cauce, dado que, el tiempo todo lo cura…a lo mejor porque no sabían o no podían entender como había podido cultivarse tanto rencor en tan poco espacio y tiempo.
        Uno que supuso que se abriera la veda para lo que denominaremos el uso de las continuas represalias, puesto que, aunque la guerra acabó hace muchos, muchos años…nunca se evitó el recurrir a ella para justificar, argumentar, exponer…actuaciones que escapan a la lógica, esa lógica que aboga por cerrar las heridas, atar los cabos sueltos, no alimentar sentimientos de culpa y no seguir fomentando las excusas.

     Quizá todo hubiera sido más fácil si se hubiese puesto en práctica la transparencia, en vez del hermetismo o el secretismo, si se hubiese apostado por poner todas las cartas sobre la mesa en vez de guardarse un as en la manga (por si acaso), si se hubiera arriesgado por un mañana del mañana no por un mañana del ayer, si se hubiera pensado que el conocimiento implica confianza y nunca torpeza.





    No obstante, las cosas siguen igual en aquel país, de cuyo nombre no puedo acordarme, sigue habiendo cosas que no se pueden decir por miedo a lo que piensen de uno/a, continua habiendo cosas que no se pueden pensar por miedo a lo que digan de uno/a… me permito el lujo de declarar que lo único que les hace falta es solidaridad, esa solidaridad que conlleva a establecer que los errores del pasado no pueden condenar el futuro…debo de suponer  que nunca es demasiado tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario